lunes, mayo 07, 2007

::Sin telarañas

De una cosa estaba segura Claudia: La vida le había jugado sucio. Mirando en retrospectiva, su padre le había abandonado a ella y a su madre cuando ella apenas tenía ocho años, edad suficiente para que las espinas duelan, aun cuando no se tiene la madurez para saber el por qué. Su madre le había enseñado a punta de regaño que la vida es dura y que no se puede confiar en nadie más que uno mismo, filosofía que Claudia profesaba a diario como sistema de defensa. Aun así había cometido el gravísimo error de abrir las puertas de su corazón a aquel estúpido muchacho que después de haber amado durante dos años y medio, ese día sin previo aviso le había dicho que ya no la quería igual y que antes de lastimarla más prefería cortar por lo sano. Ironicamente, el estúpido había escogido precisamente el mismo día que su examen de embarazo había salido positivo, pero ella se reservó la noticia. Está de más decir que Claudia lloraba desconsoladamente y que en sus lágrimas se mezclaban el dolor y la rabia en proporciones más o menos iguales.
Subió claudia las escaleras que la llevaron, poco más o poco menos, a unos cinco metros de altura sobre el nivel de la calle en aquel paso peatonal que sirve más como mirador que como verdadero puente ya que los peatones, a pesar de que es de más riesgo, prefieren cruzar la calle a nivel para ahorrarse los cuatro o cinco minutos que puede tomarles cruzar el puente, ya que el autobus que los lleva a casa y que es la razón principal para construir el dichoso paso elevado, no tiene horario fijo, no espera y siempre va lleno. Será que el problema no es el peatón sino el puente? Pero el problema no es nuestro sino del gobierno. A nosotros nos interesa Claudia, quien ahora parada sobre el borde del antepecho, allá por los cinco metros de altura, miraba hacia abajo entre miedo e incertidumbre, indecisa del método exacto con el que debía proceder, pero segura de que quitarse la vida era la salida. Cerró los ojos y su pie flotó sobre el vacío.
"Me da un rial* pa'comé?" - Dijo una vocecita que hizo que Claudia abriera los ojos. A la altura de sus pies a su lado izquierdo hablaba un niño de cuando mucho unos siete años de edad. Llevaba una camiseta de esas sin manga que se usan de ropa interior y pantalones cortos bastante gastados. No llevaba zapatos.
-"Qué?" Preguntó Claudia en voz alta, que cualquiera hubiese pensado que la pregunta se dirigía al niño aunque en realidad era monólogo interno que se había escapado. La pregunta completa debía ir más por la línea de "Qué diablos estoy haciendo?"
En un parpadeo Claudia vió su vida pasar nuevamente frente a sus ojos, pero esta vez había algo diferente. Sí, su padre la había abandonado y su madre la había tratado duro, pero al menos de niña nunca le faltaron zapatos ni comida en su mesa. Tenía una mesa, tenía una madre. También pensó que el estúpido, si bien era cierto le había roto el corazón, la había amado con el alma durante esos dos años y medio y había vivido cosas que la habían hecho más mujer, y también más humana. El corazón se había ablandado un poquito, pero bien había valido la pena. El estúpido seguiría siendo estúpido, al menos por el momento, pero ya no lo odiaba a muerte. Y el embarazo... no hay que ser genio para saber que dos personas vivas valen más que una muerta. Claudia respiró profundo y sonrió. Tomó al niño de la mano y se alejaron juntos.
Después de un buen almuerzo de arroz, poroto y carne y un delicioso helado de chocolate, Claudia le compró al niño unas zapatillas del hombre araña. De solo pensar en esa imagen me da escalofríos. Un niño feliz con zapatillas nuevas y una mujer renacida, llena de dicha que aprendió que para salvarnos de una caída fatal no se necesitan telarañas gigantes ni superhéroes.
*Rial = Real. Forma como comunmente se conoce en Panamá a la moneda de cinco centavos y que después de la de un centavo, que por cierto nadie quiere, es la segunda moneda de menos valor que circula en el país. Claudia es un personaje ficticio.

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