viernes, marzo 30, 2007

::Viajero

Allí estoy sentado, esperando esa serpiente metálica que me lleva todos los días a New York y me trae de vuelta. Las vías férreas anuncian su llegada desde mucho antes con un sonido agudo que se siente hasta en los huesos. Luego escucho el silbato, y el aire me trae ese particular olor de cuando el tren frena, el roce de metal con metal quemando el aire a su paso. Finalmente el tren ha llegado.
He aprendido a convivir con él, mas no somos amigos. Miles de personas viajan en él sentados uno al lado del otro, y de alguna forma todos somos invisibles. Algunos toman una última siesta antes de llegar a su destino mientras que para otros resulta conveniente oficina, hablan por sus teléfonos o escriben en sus computadoras. Hay quienes simplemente se desconectan del mundo al ponerse audífonos.
Algunas veces trabajo, otras veces duermo. Pero casi siempre pienso... y pienso. Pienso en aquellos a mi lado, a donde irán o a qué se dedican. Pienso en las aves que veo a través de la ventana, como nadan y pescan en esas asquerosas aguas que les hemos regalado. Pienso en la paz y la guerra, pienso en el árbol, y en la roca.
Pero más que nada, cuando el día está claro, disfruto de ver la puesta del sol reflejada en el río que anuncia que estoy a pocos minutos de casa.

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