domingo, junio 17, 2007

::Mía

No tan altas son las tierras bañadas por aquellos mares; ni altas ni solitarias. De verdes que huelen a lluvia y azules que apaciguan el alma. Tierra de alegría que se reparte sin costo a todo el que quiera, y aquel que no, se le empaqueta para que lleve de todas maneras. Tierra de algunos sembrados en ocio, pero de muchos más que agachan el lomo, a veces más de la cuenta, porque así es como nos enseñaron que se pone el arroz en la mesa. Tierra de tradiciones de música y color, donde el tambor anuncia la zafra que luego endulza y a la vez embriaga, donde el indígena se ha hecho amigo del tiempo y vigilante de paraísos.


Por aquí también se ve al mendigo que colecta centavos al pie del rascacielo para luego fumárselos, porque su cuerpo rápidamente aprende que el humo mágico sacia el hambre mejor que el pan que escasea o que nunca llega. Mi gente confunde la humildad con la pobreza y siente orgullo de la segunda, aun cuando a veces nos quedamos cortos de la primera.


Pero que aquellas cosas que nos hacen imperfectos no opaquen lo hermoso de nuestra gente, ni lo grandioso de nuestras familias, y que no se manche nuestro suelo de rencor importado, porque para bien o para mal, estamos enfermos de paz.


Me impongo un desafío: viajar más allá de las palabras, donde el silencio de mis hechos se tome el mérito de renovar una conciencia que, mellada por los tropiezos de la historia, nos ha dejado una herencia frágil, incierta.


No me tomes a mal, tierra mía, que lo digo desde la profundidad de mi alma, con la verdad de frente, como se hace cuando se ama. Porque no serás perfecta, pero eres mía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mia..tenida que saber de que se trataba.., y me encanto flaco..
Beso..Bettina